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domingo, 7 de agosto de 2016

Día 16: Trapani. A la espera

En un mes de navegación es irremediable tener un patrón de uno o varios días por un mal parte meteorológico. Hoy nos ha tocado en Trapani, al empezar la segunda mitad de las vacaciones.
Sin embargo, el día es agradable. Ratos de sol y calor, con bastante viento, y con algunos chubascos cortos. No hay mucho que hacer salvo descansar y leer. No siquiera bajamos a la ciudad, salvo una salida de exploración que hago con la neumática para recorrer el puerto comercial.
Por la tarde nos juntamos con la tripulación del Tomskii Kastan para un larguísimo happy hour que deja temblando nuestras respectivas bodegas. Buena comida y buen vino. Descubro una sopa holandesa de guisantes que tengo que buscar en España.

Me he levantado muy pronto, la primera. A las 3 de la mañana subió el viento por encima de 20 nudos. Salvo despertarme brevemente por el cambio del sonido que provocó dentro del barco, la noche ha sido extraordinaria para dormir, con viento constante y nada de swell. 

El aspecto de la bahía de Trapani a las 6:30 es magnífico. Las nubes del horizonte ya anuncian que el día no va a ser meteorológicamente estable. Sol, nubes y chubascos en alternancia. Pocos y cada vez menos chubascos, pero bastante viento.




A eso de las ocho Stan y Marcel vienen nadando a vernos y a trazar los planes del día. Todos de acuerdo en que hoy no toca moverse, si bien las islas Égadas, a unas ocho millas al oeste, ejercen una curiosa atracción, sobre todo en Stan, que ha leído acerca de la cueva con pinturas rupestres de la Punta de los Genoveses, en Levanzo. Pero no será hoy. Stan calma su necesidad de ejercicio nadando hasta el castillo que se levanta en la curiosa isla Colombaia, a nuestro babor. Stan es un deportista. A sus poco más de 50 años y a punto de prejubilarse, está en plena forma. Aprovecha el viaje con Marcel, su amigo desde el primer día de universidad, para conocer todos los rincones que le permiten las bajadas a tierra. Echa mano de la neumática para ver de cerca las salinas y los molinos que hicieron de la sal una industria floreciente para Trapani, aunque ahora quede poco de ese pasado esplendor. Y también convence a su hijo y a la familia Lensvelt para ir a dar un paseo por la ciudad, que luego describe como más interesante de lo que se adivinaba tras la incursión en busca de provisiones de ayer.

Los tripulantes del Tomskii Kastan nos acogen calurosamente a la tarde y pasamos una velada  muy entretenida. La vuelta nocturna a Sargantana en dinghy es fácil, con un viento que nos empuja y que no parará de soplar con intensidad en toda la noche.

 







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