Translate

martes, 16 de agosto de 2016

Días 24 y 25: Es Trenc - Formentera. Cuatro islas.

El día empieza a las diez de la mañana. Sólo hemos podido dormir un par de horas desde la llegada a Es Trenc.

Repostamos combustible y agua en Sa Rápita. Se ha convertido en nuestro punto de recalada favorito. Muy fácil entrar y salir y el empleado de la gasolinera es realmente simpático. 

Embarcarnos a Irene, que ha hecho algo de compra en el súper del puerto, incluidas dos bolsas del magnífico hielo industrial español que habrá de durarnos varios días, a diferencia del de Carloforte, que, al doble de precio, no ha resistido más de unas horas. 

Decidimos ir a Cabrera y continuar por la noche a FormenteraIbiza. Tratar de conseguir una boya para pasar la noche en Cabrera en estas fechas es una quimera, pero confiamos en poder amarrar a alguna boya de día, o a alguna libre hasta que llegue el dueño de la reserva. 

Ni lo uno ni lo otro. Llegamos a la vez otro Dufour y el nuestro, y recorremos la ensenada buscando boya como coche buscando aparcamiento. Ya desistimos y vamos hacia la salida cuando, de repente, queda una libre, la última boya de espera. Los dos Dufour salen disparados al unísono, en una carrera desigual, porque nosotros estamos mucho más cerca. Nos encontramos ya peleando con la boya, disfrutando del triunfo, cuando "los otros" se acercan y nos piden compartirla. No tengo claro que sea muy legal pero somos buenos chicos y aceptamos. Si nos echan, ya se irán ellos.

 

Siempre quiero volver a Cabrera. Es una lugar mágico, como ya conté en el blog del año pasado. Irene no ha estado nunca y me apetece compartirlo con ella. Esta vez está mucho más concurrida que todas las ocasiones anteriores, fuera de temporada o, como el año pasado, tras una de esas tormentas de agosto que disuaden a tantos navegantes de navegar, como las nevadas disuaden a los esquiadores de esquiar. Nos resignamos a compartir boya ("prohibido en las rojas, pero bueno" como nos informa amablemente el vigilante del parque, horas después). Y a compartir risas, gritos y baños con las dos familias del Dufour, al que echamos un cabo a popa en lugar de abarloarnos. Para mí contento, son extraordinariamente educados y la estancia es agradable a pesar de la cercanía. 

Después de comida y baños, salimos hacia Ibiza a las 1700. Poco viento que nos obliga a poner motor muy pronto. Las nubes van cubriendo el cielo. El parte da día cubierto para mañana.

     

Descanso unas horas y me hago cargo del primer turno. Hace una noche extraña, con nubes empezando a juntarse en el cielo y tapando a ratos la luna. A mitad de camino se hace evidente el faro de Moscarter a mi proa estribor. Y un poco más adelante, el de la Mola, a proa babor. Hoy la noche invita a estar en cubierta. No tengo sueño. Me entretengo oyendo música y calculando distancias y demoras de los múltiples barcos. 

Pasadas las seis, cuando ya se hacen evidentes las luces de los Freus, despierto a Luis para hacer el último tramo juntos, y sobre todo para decidir si, pasado el Freu, caemos a babor, hacia Formentera, o a estribor, a Ibiza. Gana esta última, tanto Manel como Ignacio están en Ibiza y  tenemos opción de coincidir con alguno de ellos. Cuando la cobertura lo permite, descubrimos que Manel ha optado por el norte de la isla, huyendo del mar del sur. Nos queda Ignacio.

Fondeamos en Cala Yondal a las 0900. Tiempo oscuro y amenazando lluvia. 

 

Nos encontramos con nuestro amigo Ignacio, del Pérfida Albión, que nos obsequia con un extraordinario atún de una captura reciente, y que dedica buena parte de la mañana a hacer equilibrios subiendo al palo, con una agilidad que, la verdad, da envidia.

 

Ha llovido a intervalos a lo largo del día, haciéndonos desistir de nuestros planes de pasar la jornada en la cala y bajar a tierra a disfrutar de la experiencia del Blue Marlin. De hecho, muchos barcos se van y la playa aparece desierta. Nosotros también decidimos levar anclas, Pérfida Albión en dirección Cala Tarida, Sargantana rumbo a Formentera.

Y ya por la tarde fondeamos con otros chiquicientas embarcaciones en Illetes. Buen fondeo, de no ser por las olas que levantan los barcos que entran y salen de puerto. Obviamente no supone gran problema para dormir, teniendo en cuenta que llevamos ya tres noches seguidas haciendo guardias y que, a estas alturas, tenemos el cuerpo más marinizado que Kevin Costner en Waterworld.

    

Irene y Luis se van en el dinghy a buscar provisiones a La Sabina y yo me quedo en el barco, disfrutando del espectáculo de las decenas de barcos de todo tipo y tamaño aquí fondeados. Reconozco un par de ellos que estaban esta mañana en Cala Yondal. Hay yates enormes y veleros venerables. Un tranquilo patín catalán, salido de otra época, pasa a mi lado rumbo a la playa. 

    

Cenamos el magnífico atún regalo de Ignacio y nos vamos a dormir. Mañana saldremos pronto en dirección a la península.

  

No hay comentarios:

Publicar un comentario