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viernes, 12 de agosto de 2016

Día 21: Capo Spartivento - Carloforte. Otro día tranquilo

El día amanece tranquilo después del mestrale duro de la noche anterior. Aunque la jornada no es larga, salimos temprano en dirección Carloforte. Debemos llegar pronto porque hay mucho que preparar para el salto de mañana. Hay muy poco viento y sólo podemos sacar las velas para recorrer las últimas 10 millas antes de llegar a Carloforte.

Volvemos a Marina Tour, que ya nos gustó el año pasado. Pero esta vez nos ofrecen ir al pantalán "principal", que está en la zona sur del puerto y tiene baños, lavadora y bar. Tenemos que lavar ropa así que aceptamos. El inconveniente es que hay mucho más que caminar hasta el supermercado o la zona de restaurantes. Vaya lo uno por lo otro.

El ambiente en este pontile es mucho más animado, pero también algo más molesto. Hay amarrados muchos veleros de empresas de chárter y el trasiego de gente arriba y abajo es continuo. El lounge-bar tiene música de fondo a bastante volumen. Los marineros trabajan a destajo con sus neumáticas ayudando a amarrar a los barcos. Un auténtico pandemonium, pero con un cierto encanto. Hay varios barcos españoles cerca de nosotros, pero decidimos no confraternizar porque nos vamos mañana y tenemos poco tiempo para hacer vida social marinera.




Un inconveniente no previsto es que la gasolinera del puerto de Carloforte no tiene calado suficiente para nosotros. Bastante absurdo, teniendo en cuenta la cantidad de veleros que recalan aquí en saltos desde Baleares. La solución, al parecer habitual, pasa por que la señorita de la oficina (Simona) nos encargue gasoil en bidones (jerrycans). Es la primera vez que repostamos así, aunque en la literatura náutica se describe como un sistema bastante habitual en según qué puertos de según qué países.

La experiencia es buena. El precio no, por supuesto, estamos en Italia, pero la operativa es eficacísima. Un hombre aparece con tres bidones y un pequeño trozo de manguera con una válvula. Nos traspasa 60 litros al depósito en pocos minutos, sin el más mínimo esfuerzo. Nota: mientras tanto mantiene un cigarro encendido en la comisura de los labios; cierto que es gasoil, pero es que tiene 60 litros de combustible en las manos...

La tarde transcurre hiperactiva: lavadoras, viaje al supermercado, viaje a comprar hielo (¡¡¡¡por fin!!!!), limpieza a fondo del Sargantana, ducha. Y, finalmente, búsqueda desesperada de un sitio donde cenar. No hemos caído en que éste es un fin de semana largo también en Italia y las calles de Carloforte están repletas de turistas. Y, obviamente, los restaurantes también. Cuando ya casi nos resignamos a volver al barco a hacer una pasta con lambrusco, conseguimos in extremis una mesa en Da Vittorio, un restaurante caro, pero aceptable, donde nos ventilamos un atún y un pez espada más que aceptables.

Listos para tomar una copa e irse a dormir pronto, que mañana madrugamos.

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