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domingo, 22 de mayo de 2022

2022 10ª etapa: Katakolo - Kyparissia. Dune (1984)


Domingo, 22 de mayo

Arrakis es el planeta de Dune, y en Arrakis el bien más preciado es el agua. Se recicla. Se atesora. Se mata y se muere y se vive por el agua.

Hoy llegamos a Kyparissia. Un “stop and go” entre Olimpia y Pilos. Un puerto sin más, que, simplemente, encaja bien en nuestro plan de viaje. Pero un puerto en el que, según ls guías, se puede conseguir agua. Y repostar agua es vital para nosotros porque en las próximas etapas es muy improbable que podamos encontrar en los fondeos. El Peloponeso es Arrakis y nosotros no tenemos potabilizadora (nota mental para el año que viene).

Kyparissia es un puerto desolado y con aspecto de estar o a medio construir o a medio demoler. Muy amplio y resguardado, pero casi vacío. Un puñado de barquitas locales de pesca y una enorme draga en el centro de la dársena y que se afana en algo que solo conocen los dioses. Y los diez o doce yates y veleros de paso, como nosotros, que llegan como intrusos, ocupan el único de los muelles que tiene calado suficiente, y se van al dia siguiente como fugitivos que huyen de una prisión.

Sus muelles no tienen nada, ni siquiera norays. Solo argollas oxidadas muy incómodas para atar los cabos. No hay puntos de luz, ni casetas u oficinas. Nadie se mueve por los pantalanes. Parece un puerto fantasma.

Lo que sí tiene el puerto es una minúscula capillita griega.


Llegamos a Kyparissia tras una travesía de seis horas desde Katakolo. Una línea recta perfecta en un día de sol perfecto y con un viento perfecto.

Alivio. Hay sitio de sobra. De hecho, a esta hora sólo se ven otros tres veleros y, en este puerto, si se colocan bien, cabe más de una docena. 


Nos abarloamos al muelle, según hemos leído en las guías que hay que hacer y como los veleros que están antes que nosotros. Los barcos que llegan por la tarde deciden  “colocarse bien”


Nada más atracar me puede la ansiedad, y me pongo a buscar el agua. No hay torretas con tomas, pero junto a la pared corre un tubo de PVC negro, con algún grifo cochambrosos de tanto en tanto. Enchufo mi manguera al más cercano al Sargantana. Nada.

Sigo el tubo a lo largo de todo el muelle, unos 100 metros. Pruebo todos los grifos. Nada.

Me encuentro con un señor mayor que, agachado, está pintando el casco de una barca de madera. Le saludo en inglés. Se vuelve lentamente y murmura algo que interpreto como un saludo. Le pregunto si sabe cómo activar el agua. Me mira en silencio durante varios segundos, y pone cara de “Otro más…”.  Me dice: “No water”.

Insisto. Me replica que es imposible, que la autoridad portuaria está harta de que los barcos de paso derrochemos su agua. Que han bloqueado la llave de paso y que solo le han dejado acceso a él mientras pinta. Que no puede dar agua a nadie porque “si se enteran, le cortarán el agua también a él”.

Me vuelvo al barco, decepcionado. Echo cuentas de la poca agua que nos queda y las etapas que nos esperan por delante. Voy a recoger mi manguera. Al llegar, y por pura inercia, abro el grifo. Funciona.

Gracias, caballero. 

La taberna Remezzo, un sitio encantandor a la entrada del puerto, donde tomamos un café


Kyparissia (o Ciparisia) supone nuestra entrada en la provincia de Messinia (o Mesenia), la primera de las cinco que pertenecen a la región del Peloponeso. Las otras dos que integran la península, Ilia (o Elide) y Achaia (o Acaya), pertenecen a la región de Grecia Occidental. 

División del Peloponeso (es.wikipwdia.org)


Peloponeso significa “isla de Pélope”, como aprendimos en nuestra visita a Olimpia. Sin embargo, hasta la apertura del canal de Corintio no se convirtió en una auténtica isla. El canal sigue cerrado al tráfico de buques por un gran desprendimiento que lo inutilizó hace un par de años. Parece que podría abrir de nuevo en junio. La experiencia de cruzarlo la guardamos para nuestro regreso el próximo año.

Hemos leído que Kyparissia no es un sitio con encanto. Y, sin embargo, nos sorprende.  Una ciudad más bonita que fea, de esas, tan griegas, que mezclan en sus calles edificios de los años 60 con casitas bajas de pueblo y granjas de campo; con un popurrí de aceras arregladas y otras intransitables; con zonas de arbolado bien cuidadas y solares viejos en los que crece la maleza. 

Como muchas ciudades griegas que hemos conocido, Kyparissia parece estar a medio terminar. Si en Katakolo estaban instalando las aceras en la calle principal, aquí tienen levantado todo el centro, de modo que la compra entre sus tiendecitas se convierte en una carrera  de obstáculos. Compra que hacemos el lunes antes de zarpar, porque a nuestra llegada es domingo y la ciudad está desierta. 

Desde el puerto, la vista de las montañas a la espalda de la cuidad es realmente bonita. El paseo del domingo nos lleva por las calles dormidas, que trepan por la ladera del monte Egaleo, hasta la ciudad vieja. 

Playa de Kartelas, en Kiparissya 

También recorremos la zona de costa. La línea interminable que hemos avistado desde el barco durante las últimas millas de nuestra etapa resulta ser una playa en estado natural, con un camping y algunos alojamientos turísticos, bien cuidados, al otro lado de la carretera, con cafés desde los que contemplar el ocaso en el mar.  

Sunset Bar, frente a la playa, cerrado fuera de temporada

La vista desde la playa hacia el interior recuerda una estampa de pueblo de montaña, solo alterado por la tristeza de un parque acuático abandonado hace muchos años. Salvo por dos parejas de turistas tomando el sol en uno de los hoteles, el paraje está desierto. Me pregunto si conservará su encanto en temporada alta. 

Lunes, 23 de mayo




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