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miércoles, 25 de mayo de 2022

2022 13ª etapa: Methoni - Elafonisos. 300 (2006)



Jueves, 26 de mayo


Después de Methoni, el plan inicial incluye más lugares que ver. Koroni y su fuerte amurallado. Limeni, al otro lado del Golfo de Messikiades. Y, sólo después, buscar el cabo Tenaro, el más meridional de Europa, dicen (dicen mal). La entrada al reino de Hades, a los infiernos. O al menos al golfo Lakóniko.

Pero hoy tenemos viento. Y cuando tienes viento y sol, y, sobre todo, después de varios días de etapas cortas, el cuerpo pide velear. Un noroeste nos llena la velas y nos empuja en un mar sin ola. Y el Sargantana se vuelve caprichoso y no atiende a razones, y pregunta “¿Por qué Koroni? ¿Por qué Limeni?”. Y, claro, él manda. Vemos el cabo Tenaro allá a lo lejos. Hades. Detrás debe estar el fondeadero de Puerto Kayos, ya en el Lakóniko. Tenemos tiempo más que suficiente para llegar a vela antes de que caiga el sol. Rumbo directo. Vamos allá.

Y el día continúa así, cálido y plácido, el viento por la aleta, casi de popa. Navegamos en silencio, por fin sin motor, solo con el génova. Hasta el cabo. Poco antes de llegar, el viento cae y ya casi no nos movemos. Quedan apenas tres millas y, después, otras cuatro o cinco hasta el fondeadero. Nos resignamos a quitar vela y seguir a motor.


Y en qué momento. El viento sube de la nada. Veinte nudos, veinticinco, treinta. Después de todo, el cabo sí hace honor a su mito. Si es así un día tranquilo, qué no será uno de rasca.

Cabo Tenaro


Estamos en la región de Lakonia, el segundo "dedo" del Peloponeso. Lakonia la de Esparta, la "polis" que tenía dos reyes. Esparta, la ciudad que no necesitaba murallas. Esparta, la de los espartanos, los vecinos incómodos que invadieron y se anexionaron Messinia para tener más campos de cultivo y más esclavos que los trabajaran. Los espartanos, que aprendieron a navegar para levantarse en armas contra Atenas y en 30 años acabaron con el esplendor de una civilización y una forma de gobierno. Los espartanos, inmortalizados en las retinas de todos nosotros gracias a un comic llevado al cine.

Como en la película, en donde la ficción histórica muestra un ejército persa asistido por la magia y las criaturas sobrenaturales, en esta tierra se mezclan la historia y la leyenda. Y la leyenda nos recuerda que en este cabo Tenaro se juntan la tierra, el mar y el inframundo: el cosmos que se repartieran los dioses hermanos Zeus, Poseidón y Hades tras derrotar a los titanes. 

Algo más al norte del punto en que tocamos la costa de Lakonia se encuentran las cuevas de Diros que, dicen, son una de las entradas al reino de los muertos, la que utilizara Hércules para cumplir una de las doce tareas impuestas por Hera. 


La costa de Lakonia se ve salvaje, inhóspita, abrasada por el sol, sin apenas vegetación, vacía. No hay resquicios apenas donde fondear. Esto es el Peloponeso.


Nada más pasar Tenaro, vamos rápido hacia el fondeo de Porto Kayios. Una bahía amplia, con una entrada bastante estrecha. El viento soplará de tierra y nos dará buena protección… 

Pero va a ser que no. Al llegar, justo detrás de otro velero holandés que ha hecho la misma ruta que nosotros, encontramos la cala repleta de barcos, al menos la parte protegida en la que se puede fondear. Damos vueltas buscando una zona de arena donde anclar. Imposible. El viento se encañona y baja furibundo por las colinas, todos los barcos fondeados bornean y dan saltos.

Tomamos la decisión de irnos: en este fondeadero, la noche incómoda esta garantizada. Subiremos por el golfo a buscar una alternativa y, si no queda más remedio, habrá que navegar esta noche.

Pero a las tres o cuatro millas tenemos un golpe de suerte. Una cala diminuta y muy profunda se abre a babor. La guía casi no da referencias, pero parece que hay arena para el ancla. Lo intentamos. Ante nuestra sorpresa, en la cala hay calma absoluta. Menos mal, porque es tan estrecha que casi no hay espacio para bornear. Finalmente, tendremos una cena tranquila.



Después de una noche de soledad y absoluta tranquilidad en la pequeña cala, por la mañana seguimos solos, nosotros y los mirlos. El agua está intensamente limpia, se ve con nitidez el fondo a más de ocho metros. El baño es una delicia, aunque un poco fresco


Y al día siguiente, más de lo mismo. Ya hemos puesto el “modo cruce del Peloponeso”. Nuevamente viento flojo. Vamos a fondear a una de las playas más bonitas y más famosas de esta zona de Grecia, en la isla de Elafonisos

La isla es famosa por sus playas de arena blanca. En internet se pueden encontrar cientos de fotografías de la situada más al sur, Simos, con dunas y arena a cada lado de una pequeña lengua de tierra que la une con la peninsulita de Santa Elena y que recuerda vagamente a Espalmador, en Formentera. 

Imagen del fondeo en Simos de la App AnchorPro


En pleno verano hay docenas de barcos y cientos de turistas, que multiplican por mil, cada día, la pequeña población de no más de 300 personas de la isla. Aún estamos fuera de temporada y sólo somos cuatro barcos en la playita al sur. 

Vista de la playa y las dunas de Simos desde el fondeo


El alemán, que ocupa cómodamente el mejor lugar del fondeo, nos sugiere mover el nuestro para no entorpecer su cadena cuando el viento role esta noche (y así seguir estando igual de cómodo). Le complacemos: somos pocos y bien avenidos. 

En la playa, una cuadrilla de obreros se afana en la construcción de la techumbre que dará sombra a los turistas y sus hamacas de alquiler. De nuevo, no puedo dejar de pensar en cómo se transformará este paraíso en tan solo unas semanas.

Atardecer en la playa de Simos



Viernes, 27 de mayo




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