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jueves, 12 de mayo de 2022

2022 6ª Valletta (Malta) - Isla de Zakynthos (Grecia). Interstellar (2014)


Jueves 12 de mayo

Este año nuestra ruta nos lleva a cruzar el Jónico por su parte más ancha, entre Malta y Grecia. En esta etapa el objetivo es llegar en rumbo directo a la isla de Zakynthos. Un larguísimo cruce de más de 350 millas y algo más de tres días de navegación, sin tierra cercana. Tenemos el anticiclón justo encima y, por tanto, no esperamos mal tiempo. Quizá hasta tengamos buenos vientos. Ya veremos.

Echando la vista atrás, te das cuenta de cómo van cambiando las sensaciones y la forma en encaras los saltos largos en las travesías. Lo que en tiempos era inquietud y sensación de peligro (tener que pasar dos o tres noches en alta mar), y ansiedad por llegar, por estar en cobertura, por volver pronto a la pretendida seguridad que te da la costa cercana, con el tiempo, y la experiencia, se convierte en relax, en una sensación de “qué bien, un par de días o tres en casita”, en una especie de retiro espiritual que ayuda a estar en paz con uno mismo.

Y como en Interstellar, en una de estas etapas largas sientes que el tiempo que vives en el barco se desconecta del tiempo del mundo y va mucho más despacio Sientes que allá lejos, en tierra, ocurren cosas de las que ya no sabes nada. Y la verdad es que no te importan mucho. Noticias en los informativos, partidos de fútbol, programas de Pasapalabra, mensajes de WhatsApp…. Todo deja de tener sentido. Tu rutina diaria se desconecta de ti y continúa ya sin ti. Tú eres ajeno a todo eso. Tu mundo es tu barco y sus velas, el viento y la ola, los cargueros que a veces se mueven a cámara lenta en tu horizonte. Ya no envejeces. Serás eternamente joven.



En todo el camino no vemos ni un solo velero. Está claro que la gente velea solo en verano. Cargueros sí vemos, por supuesto. Muchos cuando atravesamos sus caminos habituales. Los cargueros se desplazan en hileras, como las hormigas, siguiendo los trayectos más cortos entre los grandes puertos y los puntos de paso obligados (cabos o estrechos). Pero fuera de esas hileras son mucho menos habituales, como esas hormigas que parecen perdidas, incapaces de encontrar el hormiguero.




No hay mucho que contar sobre la etapa. Millas y millas casi en línea recta, la mayoría a vela, empujados por un viento suave y continuo, y en un mar que el Sargantana siente viscoso y cómodo. Poco tráfico y cielo azul; atardeceres; noches de luna llena. No se puede pedir más.



Avistamos tierra el domingo, poco después de amanecer, en la costa oeste de Zakynthos. Es una costa montañosa, de colinas altas, pero no abruptas. Verdes y brumosas a esta hora de la mañana, como desperezándose después de una noche húmeda. 



Vamos directamente a la superfamosa "Shipwreck Beach", la pequeña bahía arenosa donde hace años embarrancó un barco contrabandista en un temporal, y, en vez de crear un problema medioambiental, creó de la nada una nueva categoría de esperpento: el turismo de catástrofes. Según dicen, es el sitio más fotografiado de todas las islas griegas.



La llegada es incómoda. En la ensenada hay un oleaje inclemente que hace dar tumbos a un único velero belga anclado cerca de la arena. El patrón nos espera de pie en la popa, agarrado al bimini. Nos mira fijamente, sin mover un músculo, como una estatua. Ni siquiera saluda. Siento por un momento que nos odia. Que está desesperado porque venimos a invadir su conquista, la de estar totalmente solo en Shipwreck Bay. Algo casi tan imposible como la primera escena de Eduardo Noriega en "Abre los ojos" en una Gran Vía desierta.



Paramos a tres o cuatro esloras de su popa. No cabe duda que el lugar es “escénico”. La playa está todavía en la sombra; al sol le queda mucho para superar los acantilados. El barco, mejor dicho, los restos oxidados del casco del barco retrepado en la playa, tienen todavía un aspecto sucio y siniestro a esa hora casi de amanecer. Nos damos cuenta de que el belga Eduardo espera impacientemente la salida del sol para bajar a tierra y hacerse el selfie que le ha prometido a su nietecito, allá en Bruselas, con su pie de foto: “Tous seuls, ici à Shipwreck Beach”. Lógico que esté de los nervios…

Nos vamos. Decidimos que será nuestra buena acción del día, por Eduardo y por el nietecito al que tanto quiere. Además, estamos un poco hasta los guardines del meneo, así no hay quien desayune. Hacemos nuestra foto, damos media vuelta, y ponemos rumbo al puerto.

Domingo, 15 de mayo





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