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jueves, 19 de mayo de 2022

2022 8ª etapa: Zakynthos (2). Salvar al soldado Ryan (1998)



Acto II: El rescate

Mediodía del jueves. Las tripulaciones del Narganá y el Sargantana debaten cómo salvar a Jon de su infortunio.

Jon sigue en la bañera del Surfing Safari. A poco más de cuarenta metros de distancia del mundo civilizado (cinco, si contamos la proa del Nevermind), podría parecer un náufrago en medio del Pacífico. Triste. Deprimido. Solo.



La tripulación del Nevermind, relevada ya de su papel de traductores simultáneos y enlace verbal con Jon, y una vez seguros de que su proa no va a tener ni un rasguño, se dedican a sus quehaceres y pasan de Jon. Nevermind.

Antonio sigue fumando. Cuando ha comprobado que la cadena de su barco sigue tensa, y que, por tanto, está seguro, cierra el barco, coge su moto y se marcha. Adiós, Antonio.

Sergi y yo resolvemos ir a hablar con Jon para ver qué piensa hacer y cómo podemos ayudarle. Bajamos el dinghy del Sargantana y nos vamos para allá. Dejamos a las chicas al cuidado de los barcos.



La mañana sigue desagradable. Rachas de 25-30 nudos y mucha ola dentro del puerto, pero, con la luz del día, todo parece menos amenazador. La excursión nos deja más bien empapados. Jon nos agradece la solidaridad y nos dice que está tratando de llamar al puerto para que le manden un remolque o un buzo para liberarle. Parece que la respuesta es “demasiado temprano” y “ya le llamarán”. La otra cara de Grecia.

De momento, lo que resolvemos es ayudarle a fondear un ancla auxiliar que le permita asegurar su barco por popa. Estamos convencidos de que está tirando de la cadena del Narganá hacia estribor, y eso complica su estabilidad . Es preferible que tenga su propia ancla.

Intentamos hacer una maniobra parecida con el Narganá. Sergi fondea un ancla auxiliar que lo retenga contra el viento. Lleva ya muchas horas sostenido sólo con el motor avante. Esa solución funciona peor. El ancla garrea, no es capaz de sostener su tiro. Probamos dos veces. Desistimos. El Narganá tendrá que seguir gastando combustible.

En la popa del Narganá y del Sargantana el muelle se ha derrumbado parcialmente y no hay protección si falla el ancla


Y, por fin, aparece un buzo, que probablemente ha enviado el puerto. Más vale tarde que nunca. Un chaval simpático y resuelto que se compromete a bucear bajo el Surfing Safari y tratar de deshacer el lio.

Pero nos dice que no puede venir con su equipo antes de las 1530. Decepción. Ayer alquilamos un coche para pasar hoy el día recorriendo la isla en coche, pero, hasta que no se resuelva esto, no nos podemos ir. Nuestra cadena está seguramente metida en todo el lío. Tendremos que estar en el barco cuando llegue el buzo.

La operación es espectacular. Todos los barcos cercanos, con su tripulación expectante en la proa. Grupos de curiosos parados en la acera. El buzo, solo en la acera, vestido de neopreno, preparando su equipo: botella, regulador, aletas,… Como un Gary Cooper en “Solo ante el peligro”. Todos en silencio. Ya luce el sol, hace incluso calor, pero ni el viento ni la ola tienen pinta de aflojar.



El buzo se santigua y salta al agua. Nos ha dicho que la operación tiene riesgos por la ola y la corriente, y porque no sabe lo que se va a encontrar. Dice que va a ser caro porque le va a llevar tiempo, y es peligrosa, y tiene una familia. Que le va a pedir a Jon 200 euros. Lucía dice “Ay, pobre”, con un tono maternal que llega al alma.

También esto es Grecia. Un tipo simpático al que le parece caro jugarse el pellejo por 200 euros delante de una panda de turistas curiosos.

Nada hasta el Surfing Safari, sumergido, recorriendo la cadena del Narganá. 



Tras un tiempo que parecen horas, emerge en la popa y sube trabajosamente al barco. Le vemos a lo lejos hablando con Jon. Vuelve al agua y desaparece. Vuelve a emerger y grita: “Pull chain!”

Sergi arranca el molinete y su cadena, por fin, se mueve. Se bloquea. El buzo desaparece. Emerge. Más cadena liberada. El Surfing Safari ya se aproa al viento. Está libre.

Sergi todavía tiene que ir una vez más en la neumática a ayudar a Jon a cobrar el ancla auxiliar, a mano


El buzo vuelve al muelle. Nos dice que la cadena daba más de diez vueltas alrededor de la hélice, que había sido casi un milagro poderla soltar a mano. La mala noticia es que las cadenas de todos los demás son ahora un spaghetti debajo del agua. Nos da el orden concreto en el que deberíamos intentar salir, y nos desea suerte con una media sonrisa.

La salida será difícil. El Narganá y el Sargantana nos iremos mañana, el resto se van el sábado. No sabemos lo que pasará. Eso queda para el Acto III.

Nosotros aprovechamos las pocas horas del día que nos quedan para salir a recorrer la isla con nuestro coche alquilado, que ya dábamos por una inversión desastrosa. 

Zakynthos es una isla relativamente pequeña. En medio día puedes recorrerla en coche sin ningún problema. Es sorprendentemente verde. Muchos campos de olivos en el sur y complejos turísticos en playas un tanto angostas. Hacia el oeste la carretera recorre suaves colinas, casi de campiña inglesa, por encima de los acantilados. Una preciosidad. Una costa virgen, con muy poca edificación. Con una vista magnífica. En España ya no nos quedan de estas.

Pasamos por encima de los lugares que ya vimos por mar. Shipwreck beach, Agios Nikolaos, la playa de Xigia. Resulta agradable volver a la tranquilidad del turista después de las horas de estrés. El viento ha caído bastante. Todavía sopla pero ya no amenaza.

La costa en el noroeste de la isla es verde y montañosa, con acantilados altísimos y cortados casi en vertical. Esta foto esta tomada en las inmediaciones  de la Navagio, la playa del naufragio


Playa del naufragio, la más fotografiada de Grecia.
En esta época del año, y a estas horas de la tarde, apenas hay nadie en el mirador, un pequeño balcón metálico para dos personas en el que es necesario contorsionarse para llegar a verla. En verano hay largas colas para tomar una foto desde el balcón, foto en la que saldrán decenas de barcos y centenares de personas en la playa.
Hemos tenido suerte de disfrutar de Navagio para nosotros solos, tanto desde tierra como, hace unos días, desde el mar.


La playa de Xigia, en la costa noreste, donde fondeamos de camino a Zakynthos y donde nos dimos el primer baño griego del año. 


La carretera serpentea entre olivos. Zante es un gran vergel rodeado de montañas excepto por el extremo sureste, donde la llanura se desparrama hacia el mar en la bahía de Laganas.


Playa de Laganas, en el extremo sureste de la isla. No es una playa especialmente agradable, con su arena negra, aunque tiene unas vistas increíbles de la bahía. Es insoportablemente turística, con decenas de bares y pubs en la misma arena y una población a sus espaldas totalmente orientada al turista, en el peor estilo posible del término


En el acceso principal a la playa de Laganas, los coches, motos y quads estacionan en la misma arena. Hay quads por todas partes en la isla, a pesar de ser aún mayo.



Playa de Gerakas, en la punta sureste de la isla. Es la playa por excelencia de anidamiento de la tortuga careta y está vallada para impedir el acceso. Es esta época, a esta hora, totalmente desierta, a pesar de que la puesta de sol arranca un brillo magnífico del acantilado. En verano no sé si se llenará. El acceso es a pie, habiendo dejado el coche en un aparcamiento disuasorio. Toda esta zona está protegida 


Playa de Gerakas hacia el oeste. El sendero del pequeño acantilado sobre la playa es muy agradable. Por el camino se pueden ver dunas fósiles


Dunas fósiles sobre la playa de Gerakas, en el extremo sureste. La parte sur de la isla nos gusta mucho





Acto III. El día siguiente

El día siguiente de la movida amanece tranquilo y soleado. En realidad, ya lo sabíamos, era una borrasca corta. 

Me levanto temprano y salgo a cubierta, para encontrarme con Sergi y Rosi casi listos para salir, limpiando nuestra neumática de los barros que acumuló en la batalla de ayer. Además, sorpresa, durante la noche, o al amanecer, Jon ha vuelto a atracar en su sitio inicial. Estamos como al principio. 

Hace un sol agradable. Todas las tripulaciones sonrientes. Hasta Antonio, que llega en este momento para presenciar el último acto, saluda a todos a su llegada. Ahora esto ha dejado de parecerse a una playa de Normandía y recuerda más bien al pueblo de “El show de Truman”.

Y al rato nos preparamos para salir. Primero el Narganá, luego nosotros. Los demás, al día siguiente. Hay nervios.

El Narganá se lanza a la piscina. Avanza lentamente sin dificultades, casi no hay viento. Pero, lo esperado, ocurre: al recoger su ancla, ya en medio de la dársena, se bloquea. Las cadenas del Antonio y del Sargantana vibran. El Narganá se para.



Los corrillos de paseantes se vuelven a formar. Hay lío.

En realidad, no. Ya no hay angustias. No hay casi viento y la tranquilidad manda en el puerto. El Narganá maniobra para ir desplazando su cadena por debajo de la nuestra.  A este acto le falta un poco de tensión escénica. Qué le vamos a hacer.


Viernes, 20 de mayo





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