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lunes, 8 de mayo de 2023

Cícladas Menores. El día de la marmota

Salimos de Naxos en estampida a primera hora del lunes, después del temporal. Nosotros y casi todos los barcos del puerto (al menos los transeúntes). El Sargantana se desentumece después de cuatro días de aguantar estoicamente viento duro por la proa, en este puerto un tanto descabalado, incómodo y ruidoso.

El pronóstico es bueno para toda la semana. Seguirá soplando del norte, pero moderadamente y sin apenas nubes. A priori, excelente para la siguiente etapa, la de las Cícladas Menores (Little Cyclades como las llaman los ingleses), unas islas pequeñas, tortuosas y bastante solitarias situadas al sur de Naxos y que últimamente se han convertido en icono del turismo chic de saldo, que busca playas desiertas en ferry-bus de media pensión. Desiertas hasta que llegan ellos, por supuesto.

Llegamos a Schoinoussa en poco más de tres horas de navegación plácida “a la francesa” (sólo con el genova), en un día radiante pero algo frío. En el fondeadero al que nos dirigimos encontramos ya cuatro o cinco barcos (cómo se nota que estamos ya en mayo), entre ellos nuestro vecino de amarre en Naxos, Pierre-Yves, que va camino de Santorini convencido de intentar lo imposible: una plaza de amarre por una noche. Son valientes y temerarios estos chicos de Burdeos. Con esa actitud no extraña que los franceses acabasen colonizando media Polinesia.

Fondeo en Schoinoussa


Poco que contar de Schoinoussa. Sol, viento agradable y poco más. No tenemos demasiadas ganas de bajar a tierra y el mar sigue impertérrito en 18 grados, así que nadar sigue siendo una quimera. El plan del viaje se basaba en que, a estas alturas de mayo, el tiempo daría para baños en estas calas semidesiertas y espectaculares. Lo de las calas, sí, perfecto. Lo del tiempo, ya si eso… 

Hemos aprendido que el Egeo tiene viento y fresquito todo el año, incluidos primavera y verano (y no me quiero imaginar el invierno). Y que los pronósticos tienen un punto “Rappeliano”. 

En la segunda recalada de las Cícladas Menores, en la isla de Kato, descubrimos (de un día para otro) que lo que iba a ser una semana tranquila va a complicarse más de lo previsto: vuelve el norte duro. 

El fondeo en Kato nos permite jugar en el dinghy entre las cuevas, antes de que se líe la tormenta




Lógicamente todos salimos a escape a primera hora de la mañana. Pierre-Yves huye despavorido hacia el sur, camino de Ios y Santorini. Casi todos los demás ponen rumbo hacia el oeste, que parece más tranquilo. Nosotros decidimos ser valientes y continuar hacia el este, camino de Amorgos. Tenemos varios fondeaderos donde podemos buscar refugio, en Keros o al sur de Gramvousa. O a malas, continuar hacia Katapola, la capital de Amorgos, a pesar de su fama de isla peligrosa, con grandes olas y una leyenda negra de que su población se dedicó desde siempre al pillaje de los barcos naufragados.

El día se tuerce, como suele pasar en estos casos. Pasamos por Keros, pero el fondeo es inviable. El viento catabático ha convertido la cala (que ya de por sí es muy estrecha) en una lavadora en programa de centrifugado. La de Gramvousa, poco más o menos: un sitio precioso, pero con olas tremendas. Hay que seguir.

Mar picada cruzando a Gramvousa


El viento está ya casi en treinta nudos, amenaza lluvia y tenemos olas de más de dos metros. Nosotros navegamos de mala manera, a motor y sin vela. A estas alturas no cabe sino declarar éste como “otro día de mierda”. Benditas primaveras del Egeo…

Decidimos que Katapola no es un puerto cómodo ni abrigado con mar del noroeste. Amarrar con ancla contra una pared, con veinticinco nudos y ola por la proa no es gracioso. Probamos a seguir unas millas más al este, hacia una bahía que parece muy resguardada: Nikouria.

Llegamos ya por la tarde. Una bahía al norte de Amorgos, muy protegida por el islote de Nikouria, con forma de boomerang. Una laguna tranquila en la que el viento es manejable y que promete una noche, o varias, de cierta tranquilidad. Un lugar perfecto salvo porque la cobertura de móvil es casi nula y, sobre todo, porque el fondo no es buen tenedero, al menos para nuestra ancla.

La bahía de Nikouria nos recibe con el agua en calma. 
Un descanso después del mar embravecido de toda la jornada.

Once veces tratamos de fondear y once veces fracasamos. Nos movemos por la bahía buscando huecos de arena entre la vegetación del fondo, donde nuestra ancla garrea irremisiblemente. Se nos va ya la luz y los últimos intentos son en la oscuridad de una noche que anticipamos incierta, porque no tenemos adónde ir.

Pero a la duodécima conseguimos el bingo. El ancla agarra por fin, no sabemos muy bien cómo. Podemos irnos a dormir. Una de esas pequeñas aventuras que acaban bien, afortunadamente.

Los doce intentos de fondeo en Nikouria

De todas formas, Nikouria no es la solución. El parte anuncia al menos tres días más de temporal. Demasiado tiempo para quedarnos encerrados en el barco sin contacto con el mundo. Mañana hay que buscar mejor refugio.



3 comentarios:

  1. I loved reading this......such frustration....yet determination!

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  2. Pues yo recomiendo Katapola. De acuerdo que la maniobra es algo complicada con 20's y 30's. Pero es un lugar muy agradable. Mucha cadena y asegurar que agarra. El Capitán de Puerto, Ahmed, es de los más amables de las Cícladas.

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