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martes, 2 de mayo de 2023

Antiparos y Naxos. En la tormenta

Tenía que ocurrir, claro. En primavera llueve y ya tocaba. Hemos pasado un abril quizá más frío de lo esperado, pero muy seco.

Llega la primera gran borrasca de la travesía. Una baja que ha estado estacionada en Italia los últimos días ha decidido moverse lentamente a través del Egeo en su camino hacia Turquía y Asia Menor. Y hace que los mapas de previsión de viento se tiñan de rojo y que empecemos a escuchar por VHF las alertas de temporal.

Hacemos los correspondientes análisis sobre dónde conviene estar y cuándo. Y la respuesta es Naxos, que tiene un puerto deportivo relevante. La cuestión no es sólo estar protegido (algunas veces es más cómodo pasar el temporal en una cala resguardada que en puerto) sino también tener agua, poder comprar suministros y, sobre todo, poder bajar del barco y evitar la claustrofobia de varios días encerrados.

Tenemos que llegar a Naxos antes del diluvio y eso implica saltarse una recalada en Antiparos, una isla que merecería una parada de varios días. Qué le vamos a hacer, otro año será. 




En realidad el mal tiempo ha comenzado cuando todavía estamos en Sifnos. Nos movemos desde Vathi a la pequeña marina de Platys Gialos para repostar agua y diésel y ya allí vemos cómo el puerto se llena de barcos que buscan refugio. De hecho, salimos al día siguiente con mar muy formado e incómodo hacia Naxos, con una parada breve (para dormir) en la cala desierta de Livadi, al norte de Antiparos.


El puerto de Platys Gialos antes de que lleguen los barcos de la tarde


En Platys Gialos repostamos diesel y llenamos depósitos de agua


Nos preocupa, por primera vez este año, llegar a puerto y que no haya sitio. Se va terminando el placer de encontrarlos todos vacíos en estas primeras semanas. Las Cícladas, a diferencia del Dodecaneso y Creta, sí tienen una flota importante de veleros de alquiler, tanto con base en Atenas como en la mayoría de las islas grandes. Y la primera remesa que se pone en marcha coincide, lógicamente, con la semana de puente del primero de mayo.

Da pereza. Tener competencia en los puertos supone madrugar y llegar a destino muy pronto para pillar al vuelo alguno de los huecos que queden en el día. Salimos del fondeo de Antiparos antes de las siete para llegar a Naxos sobre las once de la mañana y tocamos madera. No nos equivocamos, a esa hora quedan sólo un par de plazas libres. De hecho, tenemos que elegir la menos mala, un hueco en el que nos comeremos por proa los cuarenta nudos del norte que pronostican. Qué le vamos a hacer. Lo que importa es que hemos esquivado el temporal que comienza en 3, 2, 1… y que nos recibe con una chupa de agua poco amistosa mientras recogemos velas en la bocana.


Justo antes de llegar a Naxos nos cae un chaparrón


Nos esperan cuatro noches de viento ululante. De estar pendientes de las amarras y de que los tumbos que pega el barco con tanto viento y tanta ola de los ferries no le empotren contra el pantalán o contra la motora semiabandonada que nos ha tocado como vecino. De visitar la capital (Naxos) y de expediciones de reabastecimiento a nuestros supermercados favoritos en Grecia: Masoutis y AB. Y de internet en la cabina del Sargantana porque el puerto nos ofrece una WiFi excelente.


Sargantana amarrado en Naxos


El tiempo, gris y lluvioso, y el viento, que no nos dan un poco de tregua hasta bien entrado el domingo, desdibujan un tanto nuestra visita a esta isla. Naxos es grande y tiene una ciudad amurallada espectacular. Y un monumento conspicuo, el Templo de Apolo, junto al puerto. Y, según dicen las guías, mucho que ver en el interior de la isla, alquilando un coche. Pero preferimos quedarnos tranquilamente en la ciudad, eso sí, mirando el parte casi compulsivamente, deseando que pase ya de una vez esta tormenta y que llegue el buen tiempo y el calor. Que ya toca.


Naxos desde nuestro muelle


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