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lunes, 22 de mayo de 2023

Pyrgos. La ciudad de mármol

En Tinos cogemos un autobús. Elegir las rutas en el transporte público en estas islas tiene su puntito de complejidad, y no sólo por los nombres de los lugares, sino porque cuadrar horarios, con una frecuencia tan baja de autobuses, es un reto.

Decidimos coger un bus que, tras un trayecto de más de media hora, nos dejará en Pyrgos, al otro extremo de la isla, en el interior. Y desde Pyrgos bajaremos andando a la bahía de Panormos (media hora de caminata) para coger allí el bus de vuelta. 

Llegamos a Pyrgos,  un pueblito pequeño entre montañas que no revestiría mayor interés si no fuera por el mármolPyrgos tiene canteras cercanas y un oficio de cientos de años del que se siente orgulloso.

Calle de Pyrgos


¿De qué material ha construido el hombre desde siempre sus viviendas, sino del más cercano, del más barato, del que más a mano ha tenido? Por eso Pyrgos es de mármol. Desde los pavimentos de las calles hasta las fuentes, desde la parada del autobús hasta las jambas de las puertas, desde las balaustradas hasta las lucernas que casi todas las casas tienen encima de la puerta de entrada, a modo de frontispicio tallado en mármol. Incluso las viviendas de nueva construcción en las afueras incluyen elementos en mármol. 

Paseando por Pyrgos



Iglesia de Saint Dimitrios

Callejón de Pyrgos


Detalle de lucernas de mármol en una de las casas


Balaustradas y lucernas de mármol 


Pero donde la exhibición llega a su clímax es en el cementerio, en el que son de mármol desde las sencillas lápidas hasta los mausoleos familiares esculpidos hasta el mínimo detalle.

Cementerio de Pyrgos


Cementerio de Pyrgos


Si Nikia tiene un museo de volcanes y Sitia un museo del arte minoico, Pyrgos no podía sino tener un museo del mármol. Las herramientas, los procedimientos de extracción, los relatos sobre la explotación de las antiguas canteras y las técnicas de esculpido nos tienen más de media hora entretenidos. La compañía que explotaba las canteras dejó de ser rentable hace años. Pero Pyrgos se enorgullece de su pasado y de haber encontrado fondos y benefactores para recuperar las grandes grúas de carga y las ingeniosas máquinas de corte de losas que habían sido abandonadas en las antiguas explotaciones. Y exhibe el uno y las otras en su pequeño museo, como reclamando su lugar en el mundo. 

Interior del museo del mármol de Pyrgos


La gran grúa restaurada, exhibida en el exterior del museo


La caminata cuesta abajo hasta la bahía de Panormos es agradable. Encontramos algunos de los famosos palomares de Tinos, pero estos son pobres y ramplones. Nada que ver con los del valle de Tarabados, que hemos visto antes desde el autobús, llamativos por lo profusamente decorados. La cría de palomas, de las que comercializaban su carne y sus excrementos, llegó a ser un negocio floreciente en la isla en tiempos de los venecianos, entre el s.XIII y el x.XVIII. Poseer un palomar era signo de nobleza y de poder económico. Las familias competían en tener los palomares más ricos, más adornados, con más estucos y filigranas. Hoy quedan en la isla unos 600 de los más de 1.200 que llegó a haber.


Un palomar en las afueras de Pyrgos


El camino nos permite contemplar de cerca los curiosos bancales de los que está plagada la isla y que ya nos habían llamado la atención desde el autobús. En el museo aprendemos que estas lajas de piedra amontonadas, que forman muros y vallas por toda la isla, no son sino escoria de la extracción del mármol en la cantera.


Bancales en el camino de Pyrgos a la bahía de Panormos


Marmolista en el camino de Pyrgos a la bahía de Panormos


La bahía de Panormos alberga una playa y un pueblito de pescadores más que diminuto, con habitaciones y apartamentos de alquiler algo tristes. Unas pocas tabernas frente al muelle y algunos turistas mezclados con parroquianos que contemplan la vida pasar, delante de una copa de vino.


Lanchas de pesca en el puerto de Panormos









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