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viernes, 7 de agosto de 2015

Día 14 - Arbatax - Porto Corallo. Un Mayday en Cerdeña.

Salimos tarde de Arbatax. La etapa de hoy es corta, unas 30 millas hasta Porto Corallo. El día es claro, como casi cada día, y con poco viento. Otra jornada más para costear sin esfuerzo y leer tranquilamente. El plan es llegar hasta Porto Corallo y fondear o atracar en el puerto.




Nos entretenemos gran parte del día en seguir la gestión larguísima de una llamada de socorro de un velero francés, el Eclair, que aparentemente ha pasado la noche en el puerto de Arbatax. Sobre el mediodía el Eclair anuncia en inglés, por el canal de socorro, que tiene una vía de agua. Están achicando con las bombas manuales y la situación "is not under control". Muy elegante, tono pausado aunque claramente estresado, inglés muy claro, si bien un poco entrecortado, y un leve acento francés.

Al otro lado, Circomare responde, aunque es evidente que el operador no es precisamente Shakespeare. Se pasa minutos y minutos preguntando una y mil veces los datos de referencia: que cuál es su posición,  que de dónde vienen, que a dónde van, que cuántos son los tripulantes (tres adultos y un "small dog"), el color del barco... Entre las dificultades de comunicación por radio y el inglés macarrónico del operador, todo recuerda al "Encanna" de Martes y Trece. Nosotros, y probablemente toda la flota, estamos a la escucha... 

A todo esto el francés, con voz ya más aburrida que alarmada, dice que han parado el motor y que ya no entra agua, y que la situación está ya "under control". Pueden seguir a vela, pero no hay viento, así  que no se mueven. Que qué hacen...

El operador a estas alturas ya no se entera de nada (porca miseria). Llama a un colega que, este sí, habla inglés. Pero claro, es el nuevo, y tiene que preguntar todo otra vez: posición, tamaño del barco, color, lo del perro, que de dónde vienen, que a dónde van. Claramente son colegas de mis amigos los aduaneros de Alghero, de los que disfrutan rellenando formularios. Los de la flota seguimos a la escucha... ¡¡Por Dios!! ¡¡Que salven ya a ese perro!!

Finalmente, cuando se le acaban las casillas del impreso, el operador les informa de que les envían un barco de remolque (ya podía haberlo hecho antes) y que tardará una dos horas.  Todos tragamos saliva...

El pobre francés dice que tienen velas, pero que no se mueven. Lógico, no hay viento. Notamos ya en el francés una  voz temblorosa, algo como la del "¿pero hay alguien más?" del chiste de Eugenio.

El italiano les pide que reporten posición y estado cada "treinta minuti". El francés a estas alturas debería estar ya llamando a su embajada para pedir apoyo de algún portaaviones, o lo que sea, que esté por el Mediterráneo. Da igual dónde, seguro que llega antes.

Nosotros seguimos hacia el sur y después de comer avistamos por fin Porto Corallo. Hay un buen fondeo cerca de la bocana, así que consideramos quedarnos fuera. En cualquier caso entramos a echar un vistazo y comprobamos que es un puerto pequeño, con yates, motoras y unos pocos pesqueros, todos mezclados. No parece haber ninguna tienda ni restaurante dentro del puerto. Definitivamente, mejor quedarse fuera y disfrutar de un fondeo en solitario.




Bajo en la neumática a buscar provisiones. Nos vendrían bien hielo y pan, después de haber fondeado ya la noche anterior. Explorando más allá del puerto encuentro un camping no demasiado lejos, con una tienda que vende de todo, hielo incluido.

Esta noche volvemos a unos tagliatelle con salsa arrabiata y berberechos, y uno de los pocos riojas que nos quedan. Hay que pensar en volver a casa....


jueves, 6 de agosto de 2015

Día 13. La Caletta - Arbatax. Sol, calor y calma.

Ya estamos plenamente inmersos en la Cerdeña profunda. Que no es muy distinta a otras costas *profundas" que conocemos, como por ejemplo Garrucha o Mazarrón. Costa con una línea de playa más o menos continua, aunque en este caso enmarcada por una cadena de montañas muy verdes, con edificaciones color piedra totalmente integradas en el paisaje, que le dan un punto de belleza que otras costas no tienen. Los puertos bullangueros más que bulliciosos. En ellos te das cuenta de que siglos de cultura de pueblos mediterráneos hacen que todos resulten familiares y casi conocidos. Tienen más que ver Águilas o Garrucha con La Caletta que con Muros o Gijón.




El día es apacible y relajado. Hay pocos barcos en los alrededores, y el piloto automático lleva al Sargantana por su cuenta, paralelo a la costa. Algo de viento por la mañana que nos permite hacer de 4 a 5 nudos. Viento cero por la tarde que nos obliga a ir a motor, ya viendo el promontorio de Arbatax por la proa. Yo me sumerjo de nuevo en mi novela. Lucía en editar fotos y vídeos para este blog, que llevamos un poco atrasado.

Si teníamos alguna duda sobre fondear o entrar en el puerto, se despeja rápidamente al acercarnos. Una estructura metálica enorme sostiene una especie de panel decorativo con forma de ¿paloma? ¿gaviota? ¿aguilucho? Parece el decorado de un escenario en el que sin duda esta noche tendremos actuación. La estética de la paloma nos anuncia el tipo (y el volumen) de la musica por venir, y eso nos hace salir despavoridos hasta el extremo más alejado de la playa donde es posible fondear. Otros barcos han tenido la misma idea.




Una ensalada con vino para cenar en cubierta, amenizada por un ligero chunda-chunda en la distancia y un swing algo incómodo provocado por el suave mar de fondo y la total ausencia de viento. Y a dormir. Definitivamente se duerme mejor fondeado.





miércoles, 5 de agosto de 2015

Día 12. Porto San Paolo - La Caletta. Me so'mbriacato.

Hoy dejamos atrás definitivamente la Costa Esmeralda. Para ser sincero, con bastante alivio. No se me entienda mal, todo ese entorno natural privilegiado alrededor de Porto Cervo y La Maddalena es una maravilla, hay que visitarlo y disfrutarlo, pero tras unos días uno tiene la sensación de que necesita volver a una cierta tranquilidad. Por una parte, el enjambre de gommoni, motoras, yates y megayates acaba por agobiar en un espacio tan pequeño. Por otra, el entorno tiene un punto estresante por la cantidad de islas, escollos y bajos que uno se encuentra a cada momento. Navegar por aquí es fantástico, pero exige atención absoluta y se echa de menos esa navegación relajada de poner el piloto y verificar sólo de vez en cuando que no hay peligro de colisión.




Antes de zarpar volvemos a tierra con la neumática para visitar el súper y en este caso desayunar en la terraza frente al mar de un café-lounge. Terraza en la que descubro esta canción que me gusta y que viene como anillo al dedo a un desayuno en la Costa Esmeralda. Otro descubrimiento maravilloso de este viaje.



Hoy queremos velear todo lo que sea posible, y de hecho lo hacemos. Nos toca hacer bordos cortos en el paso entre la Isola Molara y el Capo di Coda di Cavallo. Como en un pantano, bordo tras bordo ganamos trabajosamente barlovento. Los yates y veleros (sin velas) que pasan en línea recta deben pensar "Sono pazzi, questi olandese".

Una vez pasado el cabo, el viento en portantes nos lleva en línea recta y sin esfuerzo hacia el sur. Et voilà! Los yates y las gommoni se volatilizan casi por completo, como una niebla al mediodía. Salimos de pijolandia y vamos hacia la Sardegna profunda.

Decidimos recalar en puerto esta noche, sobre todo para repostar agua. Elegimos La Caletta, un puerto cómodo para entrar, de precio razonable y con un marinero eficiente y simpático (uno). Pero a cambio sufrimos los inconvenientes de esta parte de la isla: baños cutres, ínfima presión de agua que no nos deja ni baldear el barco, vecinos de pantalán bastante peñazos, pueblo cutrillo, ruidoso y con cucarachas compartiendo aceras con multitud de turistas. Decidimos que, si es posible, mañana volvemos al fondeo.






martes, 4 de agosto de 2015

Día 11. Cala di Volpe - Porto San Paolo. La parada de los monstruos

El fondeo en Cala di Volpe no ha sido todo lo tranquilo que esperábamos, pero al menos al despertarnos se respiraba un cierto sosiego.

Hoy el plan es navegar poco, recorrer con calma las calas y los rincones de la Costa Esmeralda y buscar un buen fondeo o incluso un puerto donde pasar la noche. Nos queda ya sólo un depósito de agua dulce y nos vendría bien un día de compras y de electricidad para volver a tener el frigorífico en condiciones. 

Decidimos bajar a tierra en la neumática antes de salir y comprar suministros. Necesitamos sobre todo hielo y, si es posible, pan del día. Botamos la neumática y nos vuelve a pasar... Nos vuelve a pasar lo mismo que hace dos años en las Cíes. Dejamos la auxiliar sujeta al barco mientras preparamos el desembarco. Cuando nos queremos dar cuenta, se ha soltado y el viento se la lleva lejos por la popa. Han sido unos pocos segundos, pero no hay solución.

La fortuna es que Cala di Volpe es casi totalmente cerrada y, a diferencia de las Cíes, la barca no irá lejos. De hecho acaba varando en una playa privada a un cuarto de milla de distancia. Pero el problema no deja de ser puñetero. No podemos ir con el barco a rescatarla porque allí hay poco calado. No tenemos a nadie con su neumática a mano que nos lleve a por ella y nos ayude a traerla, remolcándola. No queda más remedio que ir a nado.

Yo puedo intentarlo con mis gafas y mis aletas, pero Lucía nada mejor que yo y se anima a ir, con las aletas y un pequeño remo auxiliar en la mano. El problema es que, una vez recuperada la barca, la vuelta es contra el viento. La opción remo no funciona. El plan B, remolcarla a nado, afortunadamente es viable. 

Lección aprendida para la siguiente. Tenemos que asegurar siempre el dinghy, y no sólo con un ballestrinque, que con los meneos se acaba soltando.

Nos acercamos con la auxiliar al final de la cala, allí donde hace a modo de embudo y donde se ubica el hotelazo. Con los líos del dinghy ya no es tan temprano y sin embargo parece desierto, no hay nadie en sus magníficas tumbonas de su magnífica piscina de agua salada, el embarcadero particular está vacío y no hay ni un alma en los jardines y terrazas. Según reza su web, el hotel de lujo en uno de los rincones más bellos de la "Costa Smeralda" recuerda a un pueblo pesquero. Yo no diría tanto. Pero no se le puede negar el estilo exterior y lo impresionante de sus dimensiones, con sus más de 120 habitaciones mirando todas al mar. 



Atracamos en un embarcadero en la zona pública vecina al hotel, para descubrir que no hay pueblo, no hay tiendas, no hay nada. Bueno sí, hay un follón monumental de coches (de lujo) pugnando por hacerse un sitio en la orilla fangosa de la cala, como el Mercedes que está ahí parado taponando el camino, el chófer (de lujo) con la puerta abierta, esperando a su dueña (de lujo) que llega corriendo desde el pantalán en el que ha bajado de su motora (de lujo). Un puesto de actividades acuáticas y un sinfín de turistas tratando de hacercerse un sitio en la cola de la caseta. 



Luis se acerca por la carretera al bar-pizzeria "Baretto" y consigue los consabidos 5 kilos de hielo. Pan no hay. Tampoco hay cubos de basura. Ya se ha convertido en una costumbre en esta isla. Luis se anima a dejar nuestra  bolsa en el contenedor de basuras del hotel (el lujo también tiene su sórdida "parte de detrás").

Resueltos los problemas logísticos salimos a recorrer la parte sur de la Costa Esmeralda. Básicamente una sucesión de megayates y megamegayatesLa mayoría de esos monstruos están quietos en sus fondeos, con grandes portones abiertos en sus cascos, de donde obviamente han botado motoras con las que sus mega-ricos propietarios se divierten después del desayuno. Eso sin contar los enormes toboganes que instalan algunos...

No fondeados, sino navegando indolentes, nos encontramos en la salida de la cala con el "A" de un magnate ruso. Diseñado por Philippe Stark, es un monstruo del tamaño del Bernabeu, con aspecto de submarino albino, que parece sacado de una película de James Bond. Y poco más allá el "Al Miqrab", del antiguo primer ministro Qatarí. Es el sexto yate más grande del mundo, del tamaño de un trasatlántico de pasajeros.


El "A" es un yate controvertido. Su proa invertida y su diseño de líneas limpias le hacen único. Tiene amantes y detractores, como todo lo que sale del estudio de Starck. Aunque, en honor a la verdad, el diseño no es suyo en solitario, sino en combinación con Martin Francis. 

El "A" tiene un interior tan espectacular o más que su parte visible. Lo muestra el reportaje del Wall Street Journal en Youtube. 

El "A" se llama así en honor a la pareja de su dueño, Alexandra. ¿O era en honor a sí mismo, Andrei? En cualquier caso, es de los Melnichenko, multimillonarios rusos que seguro tendrán también "parte de detrás".

Nosotros navegamos a vela con buen viento pero sin demasiadas ganas de hacer muchas millas. A media tarde llegamos a un conjunto de calas que hemos visto recomendadas en algunos derroteros. Nos gusta especialmente Porto de San Paolo, una gran ensenada de tres metros de profundidad, fondo de arena y agua transparente, excelente para un fondeo. La cala está dominada por la impresionante Isola Tavolara.




Estamos a escasos 300 metros de tierra, donde hay un par de pantalanes para gommoni y motoras pequeñas. Veo un restaurante con muy buena pinta justo en la playa, el Il Portolano, desde el que podríamos ver sin problemas el barco, imprescindible si vamos a dejarlo fondeado y solo un buen rato. Un restaurante excelente, algo caro, pero con una calidad e imaginación destacables. Bajar a cenar en neumática tiene siempre un punto de aventura (navegar de noche, amarrar el bote) que hace esas noches memorables.

lunes, 3 de agosto de 2015

Día 10. Porto Liscia - Cala di Volpe. Bailando con lobos

Un día intenso y, hasta cierto punto, inesperado. El plan era recorrer el Parque Nacional de La Maddalena, pero con poco viento según el parte. Y todo fue según lo esperado, excepto el viento. Un imprevisto y soberbio W de unos 20 nudos, ideal para velear.

Antes de nada: el archipiélago de La Maddalena es una maravilla que dudo tenga igual. Un conjunto caótico de islas y escollos graníticos, con espacios y corredores entre ellos muy angostos, sin apenas vegetación, con un aspecto "lunar". 





Está junto al estrecho de Bonifacio y, por tanto, tiene mucho viento. Ideal para navegar a vela. Para los que hemos aprendido en un pantano, es como uno gigantesco, con poca ola, continuos roles y cambios de viento, y también con mucho barco. Es un entorno muy protegido, hay que pagar por navegar entre las islas y ni siquiera es posible fondear para pasar la noche, excepto que seas local.




Nuestro día empezó muy pronto. Tanto Lucía como yo teníamos breves compromisos de trabajo que solventar, pero a las 0930 ya estábamos listos para meternos en el lío. Porque La Maddalena en agosto es un absoluto caos. Cientos de embarcaciones corren como posesas por los pasillos entre islas, todas mezcladas, yates, megayates, veleros, gommoni... Como toros y mozos en San Fermín, adelantándose, cruzándose, empujándose...

El Sargantana participa  en la jauría como uno más. Vuela a más de 7 nudos, a un descuartelar. Se supone que tiene preferencia por ir a vela, aunque muchos yates, lobos en una jauría, le adelantan y cruzan su proa sin respetar el reglamento ni las normas de cortesía y buenas prácticas marineras. Pero él disfruta, cabalga sin frenos y sin medida.




Al llegar el mediodía el viento arrecia. Los yates y las gommoni ya han fondeado para el almuerzo y sestean mientras sus tripulaciones toman el sol y comen ensalada de pasta y Lambrusco. Ya sólo quedan veleros navegando, que afilan las uñas para los diarios duelos one-to-one cuando el honor se juega en pasar primero un cabo, una marca, una enfilación... El Sargantana acepta un duelo tras otro, la mayoría victorioso, y termina jadeante y reclamando agua y algo de comer...

El día transcurre en un infinito pilla-pilla por pasillos entre islas, pasando por el puerto de La Maddalena y entrando a curiosear en el estanque de lujo indescriptible de Porto Cervo.




Finalmente fondeamos en Cala di Volpe, una enorme ensenada a pocas millas al sur de Porto Cervo. Un fondeo muy protegido, con decenas de boyas gigantes y otros tantos super-yates, la mayoria con bandera de Islas Caimán, amarrados a ellas.








Al fondo de la cala, el famoso hotel cinco estrellas que lleva su nombre. Y ese es el problema. El tráfico de barca-taxis que lleva y trae a los millonarios del hotel a los yates. Los conductores rigurosamente uniformados, con camisa blanca y bermudas azules, siempre de dos en dos, muy serios y erguidos. Detrás, en los sofás elegantísimos, ellos y ellas vestidos de fiesta, sin siquiera mirarnos... Tras cada paso se levanta una molesta ola que hace subir y bajar el barco, y a los que estamos dentro. Eso no pasaría si fueran a tres nudos o menos, pero es bien sabido que los ricos siempre tienen prisa.


domingo, 2 de agosto de 2015

Día 9. Capo Testa - Porto Liscia. Llegamos a La Maddalena.

Amanece un día fantástico después de una noche ligeramente movida. El NW siguió soplando gran parte de la noche pero la mañana volvió a ser tranquila y soleada.

Hoy el plan es llegar cerca de la entrada del Parque Nacional de La Maddalena. Pero antes necesitamos suministros. sobre todo gasoil. Desde el repostaje en Sóller prácticamente hemos ido a motor todo el tiempo, incluyendo los dos días seguidos del cruce. Queda un cuarto de depósito, pero no conviene apurar.

Antes de zarpar tenemos la ocasión de nadar con los miles de peces de esta cala. Más bonita debajo del agua que sobre el agua. Hoy es domingo y estos turistas están un poco zumbados. Ya hay bastante gente en la playa antes de las ocho de la mañana.



La mejor opción es el puerto de Santa Teresa Gallura, a pocas millas. El puerto es muy curioso. Un largo y estrechísimo fiordo abierto al Norte desde el que salen los ferries para cruzar a Ajaccio, en Córcega.




Llegamos a la bocana sobre la una. Entramos hasta el final del puerto para echarle un vistazo. Poco interesante. Una urbanización a kilómetro y medio del puerto. Los pantalanes muy angostos. Es difícil incluso darse la vuelta por lo estrecha que es la calle principal.

Después de repostar nos dejan amarrar en un pantalán de cortesía, ya fuera de la bocana, junto al atraque del ferry. 




Atraque complicado porque el viento nos aconcha y hay que maniobrar bien para no dañar el barco.

Yo estoy en proa mientras Lucía va acercando el barco al pantalán. Estoy concentrado en la maniobra, colocando defensas. Cuando ya estamos a pocos centímetros me dispongo a saltar a tierra y empujar el barco para que el impacto sea mínimo. Y en ese momento, la estupidez. Al intentar saltar mi pié se engancha con la escota. Caigo por la borda sin poder poner pie en tierra y el instinto me hace aferrarme al guardamancebos, el cable de acero que hace el papel de barandilla del barco. La situación pudo ser grave, el barco era llevado por el viento hacia el pantalán y pudo aplastarme, pero en este caso hubo suerte, estaba muy a proa y tuve espacio suficiente. No sé muy bien como lo hice pero conseguí poner el pie en cubierta y volver a subir al barco.

Lucía estaba ya allí intentando ayudar. No pasó nada en absoluto excepto un par de rozaduras en los brazos. Pero me queda claro que un accidente grave se puede producir en cualquier momento, por trivial y estúpido que parezca.

Repuesto de la casi caída, me acerco al puerto en busca de algunos víveres. Es domingo y las pocas tiendas del puerto están cerradas. Me indican un supermercado en el pueblo a "cinque o dieci minuti, esagerando". Los minutos en Cerdeña tienen bastante más de 60 segundos. Tardo más de media hora por un camino cuesta arriba bajo el sol del mediodía. La recompensa es un supermercado grande y bien abastecido. Excepto de hielo, como ya es habitual. Lo consigo en el puerto.

Después de eso poco que reseñar. Buscamos una buen sitio en el que fondear justo en la entrada del Parque. Nos decidimos por Porto Liscia, una cala muy amplia con playas de arena.

Nos sorprende el número de barcos grandes fondeados. Dos veleros descomunales, uno sloop, otro ketch. Y un yate con aspecto militar, con un helicóptero de gran tamaño en cubierta. Claramente entramos en el dominio de los megayates. Seguro que no son los últimos...








sábado, 1 de agosto de 2015

Día 8. Stintino-Capo Testa. Transición

Esta etapa prometía poco y no ha dado mucho más de lo previsto. Había que cruzar el Golfo de Asinara desde Stintino hasta Bonifacio, y eso hemos hecho. En rumbo directo, con poco viento, a motor.


El día era gris también en lo meteorológico. Nublado, sin calor, amenazando lluvia. Sólo al final la cosa cambió. De golpe 20 nudos de viento ya en Bonifacio, que incluso nos hicieron cambiar de cala para el fondeo, al otro lado del Capo Testa. 






Fondeamos en la cala de Santa Reparata. Una cala curiosa, con playa y chiringuitos, ya cerrados cuando llegamos nosotros. Varios barcos a prudente distancia. En nuestra proa echó el hierro, algo más tarde que nosotros, un hermano mellizo del Sargantana.



Poco que relatar. Únicamente que mañana el plan es entrar en el archipiélago de La Maddalena.


viernes, 31 de julio de 2015

Día 7. Alghero - Stintino. El paso de Mahoma

El paso de Mahoma es una corta arista que separa el collado de Coronas de la cima del Aneto. Nada difícil, cientos de personas lo pasan cada día camino del Aneto, pero siempre produce una cierta inquietud, incluso en gente con experiencia en escalada. Un mal paso y te vas barranco abajo, por la derecha o por la izquierda.




Igualmente el paso de Fornelli, que separa Cerdeña de la isla de Asinara. Es un largo pasillo entre el Mediterráneo y el Golfo de Asinara donde el calado se reduce a sólo tres metros, con serio peligro de embarranque. Hay que cruzarlo exactamente por donde dicen las cartas, primero en rumbo 072 y después, en un momento muy preciso, ni antes ni después, girar casi en ángulo recto para tomar rumbo 121. Para ayudar a la maniobra han colocado enfilaciones, parejas de torres ubicadas de forma que se ven alineadas, una sobre la otra, si vas en el rumbo correcto. Como el paso de Mahoma, trivial pero estresante. Vista al frente. No mirar a los lados. La rueda firme. La lengua entre los dientes pendiente en todo momento de la enfilación. Sin ponerse nerviosos.

Hoy cruzamos el paso en solitario, como último evento de la navegación entre Alghero y Stintino, justo antes de un fondeo y baño en una cala que rápidamente queda desierta. Toda para nosotros, tranquila y con agua absolutamente transparente.





Pero en realidad no ha sido el único momento excitante del día. Para emociones fuertes, el paso interior entre la Isola Foradada y el Capo Caccia. Un corredor estrecho entre paredes verticales donde, incluso en un día tranquilo como éste, el viento se encañona y estrella las olas con violencia contra las rocas. La guía dice "Sólo pasar entre la isla y el cabo con el mar tranquilo". Y no se equivoca.




Cenar, tomar una copa y dormir en una cala desierta y silenciosa, con apenas viento y mar en calma, es una experiencia que no se puede tener en tierra. Ni en un tres estrellas Michelín. Y es completamente gratis.



jueves, 30 de julio de 2015

Día 6. Alghero. Pescando en Alghero

Alghero sabe a Mediterráneo y a historia. Me gustaría volver fuera de temporada sin trenecitos de la bruja y carruajes con caballo de atrezzo (el coche lleva motor eléctrico y lo conduce un señor gordo con gorra de béisbol, auriculares y cara de aburrimiento). 

Y con menos turistas. Y eso que los turistas de Alghero son mucho más pasables que los de la costa española, sea Barcelona o Torrevieja. Van, por supuesto, vestidos con el uniforme oficial de turista, pero el conjunto tiene muchas menos estridencias. No gritan demasiado, ni se agrupan en manadas como los bisontes. Se limitan a hacer cola en las barcas que viajan cada hora a la Cuova di Neptuno, y a comprar compulsivamente helados.

Porque Alghero es la ciudad con más helados del mundo y con menos hielo del mundo. Un contrasentido que podría ser objeto de tesis doctoral de economía y sociología. Un misterio. Paseando por Alghero ves gelaterias en cada esquina, en cada plaza, todas refulgentes, todas llenas de turistas que compran helados a todas horas como posesos. Pero en ningún sitio venden hielo. Ni en las gelaterias (normal), ni en los supermercados, ni en las gasolineras. Mucha gente que conozco no sobreviviría en Alghero. Los alghereños deben tomar los gin-tonics del tiempo.

Y es que la gente de Alghero es curiosa. Son simpáticos y cercanos, y sensatos, y tranquilos. Como Alessandro, que está pescando en el puerto junto al Sargantana. Alessandro no tiene más de 12 años y acaba de llegar al puerto con su bicicleta, su bolsa-nevera de camuflaje, su pequeña caja de herramientas y su caña. Alessandro es rubio, tiene el pelo corto cortado a cepillo, y disfruta pescando. Hoy ha encontrado un hueco entre el Sargantana y un yate un poco venido a menos atracado unos metros más allá , ha extendido su parafernalia por el muelle de piedra, y pesca. Pesca, pero, sobre todo, habla. Habla sin parar, todo el tiempo, en un italiano difícilmente comprensible del que sólo soy capaz de entender unas pocas palabras. Habla con la caña, con el hilo de pescar, con los anzuelos. Habla con los pequeños peces que saca del agua verdosa de la dársena. "Sei morte, sardina?" le pregunta a uno mientras le golpea con la mano antes de meterlo en la bolsa. A pesar de la brisa fresca del norte hace mucho calor en Alghero a las tres de la tarde, pero eso a Alessandro no le importa nada.

Pasamos un día tranquilo. Lavandería, limpieza del barco, pequeñas reparaciones, compra, paseo larguísimo por las calles medievales, cena en una trattoria excelente. Ahora tomamos una copa en cubierta, escribimos y suspiramos porque el discobar cercano, que hoy sí funciona, tenga a bien cerrar o bajar el volumen de la música.

miércoles, 29 de julio de 2015

Día 5 (2). Menorca-Cerdeña. Viva l'Italia

Me despierto cuando el sol está ya bastante alto sobre el horizonte. Sólo he dormido tres horas pero algo en mi subconsciente nota que el bamboleo monótono del barco se ha parado. Lucía está haciendo algo sobre la cubierta, en el palo, y eso indica que hay problemas. Hay que levantarse ya.

Nada grave, uno de esos pequeños rasguños que todos los barcos sufren de vez en cuando. Una mala elección del arraigo donde sujeté la retenida en la botavara, o quizá un diseño insuficiente, ha provocado que la tapa posterior de la botavara se haya arrancado y doblado con algún golpe más violento de lo habitual. Como siempre en estos casos, hay que encontrar una solución de fortuna que permita seguir la travesía, y ya se verá luego la mejor manera de arreglarlo definitivamente. Un asunto menor, pero una prueba más de que un marinero debe ser más un McGyver que un Lord Nelson, y de que los barcos de hoy son como los SEAT de ayer (Siempre Estás Apretando Tornillos). Navegar, definitivamente, rejuvenece.





Si ayer fue un tratado sobre la nada, hoy el día es otra cosa. Excepto por el viento. Sigue muy flojo y muy de cara, así que de nuevo toca ir escuchando el ronroneo del motor hora tras hora. Pero si ayer no vimos a nadie, excepto al Holandés Errante (o la Perla Negra), hoy nos cruzamos con varios barcos definitivamente sólidos y materiales. Veleros que seguimos por el AIS durante muchas millas, con los que nos rozamos cariñosamente las amuras (figuradamente) y a los que saludamos a lo lejos, deseándonos buen viento. 



Más  tarde, un cisterna gigante al que cruzamos la proa muy cerca, calculando al milímetro el espacio de seguridad sólo por matar el rato.



Sobre las 1930 entramos definitivamente en cobertura y nos ponemos a buscar amarre. A diferencia de España, donde los puertos son, buenos o malos, fáciles de localizar y establecer contacto, en Cerdeña (supongo que en Italia) todo es mucho más complicado. El puerto de Alghero tiene subcontratas que gestionan múltiples marinas, unas con web, otras sin web, pero ninguna con datos claros sobre la disponibilidad de amarres y precios. Los primeros con los que conseguimos hablar (Marina Sant Elmo) nos piden 110 euros por noche, así que cuando ya anocheciendo, los del Consorcio Porto di Alghero nos ofrecen amarre por 45€ nos parece un chollo. Hemos leído además que los muelles del Consorcio están muy buen situados, al pie de la muralla que rodea la ciudad vieja. Decidimos quedarnos dos noches y recorrer Alghero sin prisas.




El último acontecer del día sucede tras el atraque. El cual, por cierto, fue bastante penoso, porque la guía del muerto que nos dieron para sujetar la proa estaba cruzada con otra, aunque lo resolvimos con algún apuro y sin daños al barco. Una vez colocados, y ya en la recogida post-atraque, un individuo delgado y bajito rapado al cero, con vaqueros, bolsa de bandolera, y carpeta en ristre nos llama a pie de muelle:

- "Capitano, capitano, la documentazione della barca e dei passeggeri."

A su lado, gordo, sudoroso, y con pinta de tabernero de una película de Visconti, su compañero nos observa sin abrir la boca. 


Lucía pregunta "Are you with the Consorcio?". Los marineros nos habían indicado que no hiciéramos los papeles de entrada hasta el día siguiente. 

- "No, recitazione. Customs, customs."

Aunque habíamos leído mucho sobre las diferentes autoridades que se arrogan competencias para inspeccionar barcos de recreo en la costa italiana, nos miramos y pensamos exactamente lo mismo: "Estos dos no dan el tipo de agentes de nada. Poco tardamos en tener problemas..."

Supongo que nuestras caras de circunstancias eran evidentes porque el calvo se ríe y dice: 

- "Questa è la mia documentazione."


La verdad es que, en la oscuridad del muelle, ya de noche, el carnet podría perfectamente haber sido el de su videoclub. Pero, siendo realistas, parecía poco probable un asalto mafioso en ese muelle junto a las murallas, lleno de jubilados sentados en los bancos, familias empujando carritos y pandas de adolescentes. Los cuales, por cierto, observaban la escena sin perder ripio.

Así que no hizo falta demasiado coraje para sacar los papeles de la barca y los pasaportes y acercarme con ellos al maletero de su coche.

El calvo saca un papel de calco (no había visto ninguno desde finales del siglo pasado), dos formularios y un bolígrafo con el que rellenó todas y cada una de las infinitas casillas. Hacia la mitad del formulario ya éramos los tres amigos de toda la vida y les explicaba que es posible ser de España y no ser del Real Madrid. Nos faltó poco para irnos de copas.

Muy fan de Italia en general, pero sobre todo de la Agenzia Doganale. Son buena gente. A ver si les compran unos portátiles o algo...

Día 5 (1). Menorca-Cerdeña. Incidencias nocturnas.

Son las tres y media de la mañana y tengo sueño, pero no quiero el relevo hasta por lo menos las 4. Es noche de luna llena y casi no se ven estrellas. El viento ha amainado casi hasta cero y rola continuamente haciendo bambolear y crujir la botavara. El mar está completamente plano, como si fuera de mercurio, y el Sargantana se desliza suave y sigiloso. No hace frío en absoluto. Por la popa, bajo el agua, dejamos una fantasmal estela de luces fosforescentes, supongo que medusas. Te quedas embobado mirándolas.

La guardia es monótona. Ni una luz el el horizonte. Nos quedan cien millas hasta Alghero. Decido pasar la mayor parte del tiempo en la cabina, leyendo. He conectado por WiFi mi tablet con el radar y puedo ver cualquier barco o cualquier obstáculo a muchas millas de distancia como destellos en la pantalla redonda, con solo levantar la vista del libro. Maravillas de la electrónica.



Todo tranquilo durante horas. Pero de repente aparece un eco en la pantalla. Algo se acerca por estribor, todavía bastante lejos. Dejo el libro y subo a cubierta. Por fin pasa algo.

El radar no miente. Veo una luz tenue que se nos aproxima por el través de estribor. Va a motor sin duda, veo la luz blanca. Probablemente un velero nocturno como nosotros. Ships in the night. Voy a la pantalla del AIS a comprobar sus datos. Cierto, el AIS me indica que es un velero, inglés, algo más grande que el Sargantana.

Estoy investigando si llevamos rumbo de colisión cuando ocurre algo extraño. Suena una alerta: "GPS lost". La pantalla se ha quedado en blanco. De repente, el tridata, que marca el rumbo, la sonda y el viento, ha dejado de funcionar. Las ruedas del timón da vueltas solas rápidamente. La pantalla del piloto también alerta de que ya no es capaz de mantener el rumbo. El barco gira en redondo y sin control.

El sueño y el ron con hielo no me dejan pensar con claridad. No hay peligro, puedo permitirme los pocos segundos que pasan hasta que por fin acabo por desconectar el piloto y recupero el control manual. Pero en medio del mar y de la noche no tienes referencias visuales y no es fácil decidir hacia dónde dirigir la proa. Finalmente utilizó la luz del velero inglés como referencia. Maniobro hasta que la luz vuelve a estar en mi través de estribor y respiro. Volvemos a navegar camino de Alghero. Todo está bajo control.

Me centro en la electrónica. Rearranco todo el sistema, el plotter, el tridata, el piloto, el radar.... La red vuelve a funcionar aunque mi tablet no puede ya conectarse. Lo dejo por imposible, puede que eso haya causado el problema, así que no insisto.

Vuelvo al velero inglés. Lo busco visualmente por estribor y por popa. No lo encuentro. Lo busco en el radar y en el AIS. Tampoco lo encuentro. No lo entiendo. No ha podido desaparecer tan rápido.

Decido que ya va siendo hora de despertar a Lucía. Le cuento la historia y se ríe. "Era un barco extraterrestre sin duda". No sé qué contestar.

Un beso y a dormir. La cama me abduce rápidamente.

martes, 28 de julio de 2015

Día 4. Menorca-Cerdeña. Nada de nada.

Hoy saltamos hacia Alghero. Algo más de 200 millas, con suerte podríamos estar alli mañana por la noche. Así que hoy sí, hay que madrugar.

Un pequeño problema solucionado con un sable de la mayor y ya navegamos a un descuartelar en mar plano y a 7 nudos. Pasamos la Isla del Aire como si fuera Finisterre. Nunca hemos navegado más al Este.


Pero poco más allá hay que poner motor. El viento se empeña en venir de frente y ceñir contra la ola nos obligaría a ir hacia Túnez o demasiado al norte. Pongo rumbo directo a Alghero en el piloto y dejo que el Sargantana conduzca por su cuenta.

¿Y después? Después nada de nada. Nada en todo el día. Ni barcos, ni delfines, ni ballenas, ni casi viento. Olas sí, un mar de fondo amainando, olas largas y suaves de metro y medio.

Lucía duerme toda la mañana y yo leo, escribo y dejo la mirada perdida en el horizonte, con el ronroneo del motor siempre presente.

Estamos por fin en medio del mar, lejos del barullo de veleros y megayates que atestan las calas y puertos de Baleares. Solos, pero no tanto. Llevamos un emisor/receptor Delorme de mensajes por satélite, sabemos que podemos conseguir ayuda si la necesitamos y en poco tiempo. Nada que ver con los miles que han cruzado estas aguas durante siglos.

Se pone el sol. Después de cenar me toca la primera guardia. Aprovecho para leer un best seller que me han regalado Javi y Cani. "Soy Pilgrim", de Terry Hayes. Muy recomendable. Durante dos días no tenemos internet, ni whatsapp, ni televisión, ni teléfono. Es como volver a la realidad después de un mal sueño. Volver a vivir viajando despacio. Estar de vacaciones.